domingo, 5 de octubre de 2008

Dos formas de mundialización


La "mundialización" es el proceso reduccionista de afrontar los problemas de la humanidad como si se tratara de un todo homogéneo. Existen dos formas de mundialismo: el que tiene una base económica - la globalización- y el humanismo universalista.

De un lado aparece la globalización, resultado final de la escalada del capitalismo en su régimen de acumulación del dinero. La ideología es ultraliberal. No es homogéneo en su interior. Está formado de un lado por la industria petrolera concentrada en los países de la OPEP, por lo que se llamó "el dinero nuevo" en la época de Reagan - industrias tecnológicas-, por una parte de la alta finanza, y por otro lado por la componente ideológica conocida como "neoconservadurismo" norteamericano, una ideología pseudo-imperial obsesionada con dos temas: hegemonía de Israel en Oriente Medio y hegemonía militar mundial de los EEUU. En este segundo pelotón se incluye al complejo militar-industrial norteamericano. El PP - y con más nitidez, el aznarismo- sería la quintaesencia de esta corriente en España.

En otro sector de la mundialización está el universalismo humanista desarrollado a partir de los años 50 en los círculos de altos funcionarios de plantilla de NNUU y de sus agencias especializadas. En este sector se incluyen miles de ONGs creadas en todo el mundo, redes formadas por NNUU - entre otras decenas, la Alianza de Civilizaciones- y algunos partidos de izquierdas que, huérfanos de marxismo y caído el comunismo, han tomado esta ideología como sustitutivo. Este sector pone especial énfasis en las medidas de ingeniería social y en la superación de fronteras y barreras nacionales. Es la ideología de los "ciudadanos del mundo". El zapaterismo forma parte de esta segunda corriente.

La cuestión a plantar es si la mundialización en cualquiera de sus dos vías es necesariamente nuestro destino y si ambas no son el producto evolucionado de una crisis de valores y de estructuras iniciada en la segunda mitad del siglo XX. A fin de cuentas, lo que nace de una crisis está también contaminado por la crisis y no deja de ser nada más que una fuga hacia adelante.

No se trata, pues, de resignarse a la globalización o bien proponer "otra forma de globalización", sino de negar la globalización y repensar el mundo sobre bases anteriores a la manifestación de los primeros signos de crisis.

Revista Identidad, nº 11

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