domingo, 4 de mayo de 2008

El doble rasero



Que los países occidentales aplican un doble rasero con la causa de Kosovo es quizás la frase de Putin con la que más de acuerdo se pueda estar. Porque pocos dudan de que si como está previsto Kosovo declara unilateralmente su independencia de Serbia y los países occidentales la reconocen eso entrará en contradicción con los principios que la comunidad internacional se ha autoimpuesto.

Kosovo no es comparable con otros nacionalismos y mucho menos con el vasco, pero sí puede crear un precedente. Kosovo es el mayor fracaso de la convivencia intercultural.

Es, además, un fracaso de la comunidad internacional. Kosovo, independiente o no, pone en evidencia a la Unión Europea, que se ha dejado llevar por la presión norteamericana antes que defender una postura propia; y deja patente la ambigüedad de España, sin una idea definida ni convincente.

Es sobretodo un ejemplo de doble rasero que impera hoy en día. Porque es doble rasero perseguir a Irán por avanzar en la investigación nuclear mientras países como EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, India o Pakistán han detonado con éxito sus armas nucleares.

Aplica un doble rasero el que defiende que la única legitimidad la tienen los resultados que salen de las urnas y después boicotea a Hamás en Palestina. O quien minusvalora el apoyo de los venezolanos a Chávez, por mucho que no guste sus ideas y su exacerbado populismo.

Pero para comprobar el poder del doble rasero no hace falta irse tan lejos. Basta con echar un vistazo a la política doméstica y comprobar cómo el PSOE promete mil ayudas a las clases populares, pero luego privilegia a los grandes patrimonios con impresionantes ventajas fiscales.
O cómo el Partido Popular se afana en asegurar que bajará los impuestos y en Salamanca sube las tasas hasta lo inimaginable, después de perdonar las deudas de algunos constructores.

En fin, estamos hartos de comprobar cómo el doble rasero domina la vida pública. Por eso la clase política está tan desprestigiada. En fin, sólo nos queda pensar que nunca es tarde para cambiar.

Escrito por Lucía Petisco
Revista Krisis 21, número 4/5

No hay comentarios: